La otra España...

Burgos es una de esas ciudades españoles que suenan a medieval. De las que seguro recorrió el Cid Campeador. De esas que seguro están empedradas de historia, con callejuelas que huelen a antigüedad, a humedad adoquinada.

Y sí, Burgos es todo eso. Como ciudad, fue fundada junto con el Castillo que se erigió en el año 884, por órdenes del rey Alfonso III, quien envió al conde Diego Porcelos a levantar una fortificación que detuviera el avance musulmán.

Pero mucho antes que eso, la zona donde hoy se encuentra la ciudad fue el paraje en el que numerosos y diversos grupos de los primeros humanos –y algunos de los primos hermanos- se asentaron.

Hay una zona en específico, la de la Sierra de Atapuerca, a unos cuantos kilómetros de la ciudad, donde se encuentra uno de los yacimientos más importantes de fósiles de homínidos del planeta.

Durante siglos, Burgos fue conocida como una ciudad de caballeros y monjes. Al ser un punto tan importante de paso al País Vasco y Francia, siempre estuvo fortificada y protagonizó muchos de los momentos más importantes de la historia de España, como puesto militar.

Además, en ella se erigen la majestuosa Catedral de Santa María de Burgos, cuya edificación inició en el 1221, y del Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas, fundado en 1189, por el Rey Alfonso VII de Castilla.

Fue, allá, en Burgos donde los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, firmaron las primeras Leyes –que llevan el nombre de la ciudad- con las que se regirían sus nuevas posesiones allende el océano Atlántico.



Por eso, el olor a batalla, a historia, a viejo, es una de las primeras impresiones mentales para los que sabemos que España es más que la Puerta de Alcalá y el Real Madrid o el Barcelona.

Sin embargo, este mes, esa percepción cambiará de manera definitiva y radical. En julio de este 2010, se inaugura en esa capital medieval el Museo de la Evolución Humana, un colosal esfuerzo que involucró lo mismo a científicos que a políticos de derecha e izquierda, de los tres niveles de gobierno ibérico.

La iniciativa fue impulsada en el ocaso del Siglo XX, por el entonces alcalde socialista de la ciudad, Ángel Olivares, y ha sido adoptada por el del Partido Popular que ha gobernado la ciudad, de no más de 200 mil habitantes desde 2003, Juan Carlos Aparicio.

Muchos millones de euros después, este museo, más un centro de investigaciones y uno de convenciones, se preparan para abrir sus puertas y redenominar a una de las ciudades más emblemáticas de España.

Sería emocionante observar una reconstrucción, una reingeniería de esta magnitud en ciudades que han sido asoladas por la violencia, como Ciudad Juárez, Tijuana, Ciudad Reinosa, Tampico o Monterrey.

Una reconcepción del ser ciudad y del ser ciudadano con base en la ciencia, la cultura y la investigación.

Un esfuerzo similar no se ha visto en este lado del mundo desde la década de los 60, cuando se planeó el crecimiento de la capital del país, con Metro, Periférico, Ejes viales, museos, universidades, politécnicos, preparatorias y demás construcciones que hoy siguen dándole rostro, orgullo y vitalidad no solo al DF, sino a todo el país.

Claro, para eso habríamos de estar gobernados por seres humanos que se atrevieran a hojear El País Semanal (donde se publica un amplio reportaje del MEH, esta semana), en lugar de la Biblia. Tendríamos que estar gobernados por estadistas, no por los trogloditas que resuelven sus problemas a balazos.

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