Vivos... los queremos vivos

Por desgracia, el lamentable secuestro de cuatro compañeros periodistas, y su posterior liberación en un “operativo” federal, deja más dudas que respuestas.

También, provocó la organización de una marcha que partirá del Ángel de la Independencia, probablemente rumbo al Zócalo capitalino, convocada por compañeros de los medios de comunicación.

En una semana histórica para la prensa (escrita, radiofónica, televisiva y por Internet), es más difícil dilucidar el “qué sigue”, aunque queda claro que nada puede seguir igual. Los últimos ocho días vimos a Ciro Gómez Leyva anunciar casi a moco tendido que no conduciría su programa y a Denise Maerker dejar la pantalla de televisión, en la señal del Canal de las Estrellas, en negros, sin transmisión de su Punto de Partida.

Decía que la semana deja demasiadas dudas y revela lo peor del centralismo mexicano, extrapolado a los medios de comunicación.

Según la poca y difusa información que han dado a conocer las propias casas editoriales, el lunes fueron levantados Óscar Solís, reportero de El Vespertino; Héctor Gordoa, de Televisa; Javier Canales Fernández, camarógrafo de Multimedios Laguna, y Alejandro Hernández Pacheco, de Televisa Torreón.

El primero en ser liberado fue, precisamente, el compañero Óscar Solís. Pero nadie lo informó, nadie supo nada. Es más, no se ha dado a conocer su paradero actual.

Después, los plagiarios liberaron a Héctor Gordoa.

Por los trascendidos, los discursos y posicionamientos editoriales de Milenio y la Maerker, muchos inferimos que Héctor había sido enviado con un mensaje: se debía transmitir cierta información, para salvar a los compañeros que quedaban retenidos.

Hasta donde se pudo entrever, Milenio Televisión sí transmitió la información, pero no fueron liberados. Denise se fue a negros y la mezquindad del gremio salió a relucir.

Mientras, por desgracia, los periodistas se volvían noticia, muchos compañeros asestaron duras y ácidas críticas en contra de la Maerker y Ciro: que el silencio no es protesta, que los medios no deberían callar, que por qué protestar en el caso de compañeros de medios nacionales y nunca movilizarse por las decenas de desaparecidos de los locales, que por qué no se hacía en casos de ciudadanos “normales”, que “ahora resulta que Televisa es ejemplo de…”. En fin. En algunos casos mezquindad. En otros, dudas razonables.

Lo que sucedió entre viernes y sábado, es de Ripley. Mientras se organizaba la protesta convocada para el próximo sábado 7 de agosto a las 12, un operativo de la Policía Federal liberaba a los compañeros de Milenio y Televisa que quedaban cautivos.

Los liberaron, pero los secuestradores huyeron.

Horas antes, el Ejército había matado al capo “Nacho” Coronel en una zona residencial de Jalisco. Coronel, como se ha reseñado en estos días, estaba ligado al cartel de el Chapo Guzmán. El mismo Chapo que mandó secuestrar a los reporteros.

Mientras lo anterior sucedía, algunos tuiteros, de los más activistas, incluyeron en las causas de la protesta a los más de 70 periodistas desaparecidos o asesinados en los últimos años, en México.

Y mientras todo lo anterior ocurría, algunos compañeros de los medios y de fuera de éstos, se preguntan y cuestionan la validez de la marcha.

Vale la pena la reflexión, porque en realidad la manifestación del sábado parece más una reunión de hartazgos que un movimiento con fines y estrategias definidas. Y quizás, de hecho, sea mejor así.

Como se ha dicho hasta el cansancio, los periodistas no somos nota (crean lo que crean los que se dedican a dar informes sobre los artistas en la televisión mexicana).

Pero, por desgracia, los periodistas se han vuelto nota, como consecuencia (daños colaterales, dirían Bush y su aprendiz idiota, Felipe Calderón) de la supuesta “Guerra contra el narco”.

Ahora, la condición de periodista no le quita a uno la de ciudadano.

Me parece que es sano apoyar un esfuerzo de reunión y unión que, de entrada, tiene una sola consigna: “Los queremos vivos”.

Seguro que muchos aprovecharán para condenar al “mal gobierno”, y están en su derecho. Pero no podemos olvidar que México se ha convertido en uno de los países más peligrosos para ejercer la profesión. Nadie espera que se nos dé un trato particular. El peligro es uno de los motivos que atraen a muchos que escogen ser periodistas.

Pero la crisis de la semana pasada reveló un nuevo paradigma en la relación de los medios de comunicación, no con la información, sino con uno de los bandos de la guerra de Calderón: el narco.

El narco que impone su Ley en muchas redacciones locales, que silencia y que ahora busca tomar rehenes para enviar mensajes.

Es un paradigma que no se puede volver costumbre. Es un límite que debemos impedir que vuelva a ocurrir. Por eso es importante no olvidar a las decenas de compañeros, periodistas, sí, pero también padres, hijos, tíos, primos, sobrinos, amigos… ciudadanos, al fin, que han muerto o han sido levantados en los últimos años.

Es importante recordarle al Estado que su obligación es salvaguardar la seguridad de los ciudadanos. Es importante que les quede claro a todos, gobiernos, legisladores, dueños y directivos de los medios de comunicación: “Los queremos vivos”.


Por cierto: ¿El operativo en contra de Nacho Coronel tuvo que ver con el secuestro e los reporteros? ¿Dónde está el compañero Oscar Solís? ¿Cómo es que huyeron los plagiarios? ¿Qué fue, exactamente, lo que intentaban dar a conocer los secuestradores? ¿Por qué fue Denise Maerker la que coordinó las decisiones con directivos de medios? ¿Por qué no estuvo involucrada la autoridad?

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