La finta

Es un fenómeno que se repite, cíclicamente: la sociedad, a falta de referentes reales, le da un valor que no tiene a quien no debe.
Me explico: México vive una crisis de identidad, de valores, de referentes. Por supuesto, carece, en este momento, de figuras públicas de las cuales asir un imaginario nacional y plenamente colectivo.
Personajes como Alejandro González Iñárritu, Gael García Bernal, Salma Hayek o Lorena Ochoa son algunos de los pocos ejemplos de heroísmo nacional que, sin embargo, se encuentran demasiado alejados de la masa como para poder adoptarlos y levantarles monumentos.
Por eso, la sociedad se ve en la necesidad de producir referentes, no importa que tan ficticios sean, como es el caso de la Selección nacional de futbol, Carlos Monsiváis o Cuauhtémoc Blanco.
Ante la falta de liderazgos políticos visibles y decentes (¿hace cuántos años que México no produce un estadista de talla internacional? Más de 100 años, desde que levantó la ceja, por primera vez, don Lázaro Cárdenas), los mexicanos se han visto en la necesidad de buscar sus referentes en donde no deberían de estar.
Fue así que el periodismo mexicano entró en una crisis de la que nadie lo puede salvar.
Pero, ¿qué es el periodismo?
Hallar una definición de este oficio, que no sea la de Carlos Marín y Vicente Leñero es algo complejo.
Se encuentran por ahí el manual de Estilo de El País, que da mucha luz sobre la labor que desempeñan y cómo la desempeñan los profesionales que trabajan en ese, el periódico más importante de habla hispana.
Y está también, la “no definición” del gigante español del periodismo, llamado Miguel Ángel Bastenier -quien fuera subdirector de El País, y actualmente se mantiene como colaborador y columnista, además de ser profesor en al escuela de Periodismo de la Universidad Autónoma de Madrid en asociación con el diario ibérico y de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericana, la que creó Gabriel García Márquez, en Colombia- en su manual de periodismo El blanco móvil: “El periodista puede entenderse, por tanto, como una suma de todo lo que no es: no es novelista, no es un sociólogo, no es un historiador, no es un politólogo; luego, la adición de todas esas imposibilidades o insuficiencias, conforma, de manera muy apropiada aunque especialmente enigmática, lo que sí es”.
Bastenier ilumina un poco una discusión que existe, poco, entre los colegas mexicanos, pero que nadie se atreve a enfrentar: la objetividad del periodista. Cito: “No ha habido jamás un solo texto, por desnudo que pueda parecer a nuestros ojos, que no contenga alguna carga de opinión en primer grado (…)”. Y sigue: "La objetividad es sólo una palabra, una invocación, un santo y seña al que encomendarnos porque eso que llamamos la realidad, o bien no existe o no tenemos posibilidad de aprehenderla por la vía del conocimiento (…) La objetividad no existe y no hace ninguna falta que exista, porque si fuera así todos los diarios, al menos los que cumplieran con sus objetivos profesionales, darían siempre prácticamente la misma versión de los hechos (…)”.
En la introducción de su libro, Bastenier remata: “ No hay un periodismo neutral, contrapuesto a otro periodismo de toma de posición; sólo hay un periodismo profesional que, partiendo de una posición de neutralidad, toma posiciones con el respaldo de la información de que dispone”.
Ante tal cantidad de indefiniciones, me quedo con la de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) que define el Periodismo como la: “Captación y tratamiento, escrito, oral, visual o gráfico, de la información en cualquiera de sus formas y variedades.”
Todo eso es (y no es) el periodismo. Todo eso somos (y no somos) los periodistas. Como se podrá ver, lo que si de plano no somos es lo que, abuso de nuevo, Bastenier esclarece: “En la antípodas de la visión de un periodismo salvacionista propio de presuntos pedagogos y agentes del bienestar ciudadano, este libro (El blanco móvil) sostiene que nuestra profesión no puede ser una extensión del Ministerio de obras sociales, ni el brazo más o menos armado de la obra del padre Pío”.
Toda la avalancha de citas anterior existe para tratar de demostrar que a los periodistas se les ha dado un valor que no tienen: no son politólogos, sociólogos, legisladores, gobernantes, luchadores sociales, científicos (de los sociales o de los de a de veras), ni mucho menos guerrilleros, revolucionarios, ni nada que se le parezca.
El valor que algunos destacados integrantes de la sociedad le han dado al periodismo y a los profesionales del oficio, está lejos de ser el adecuado. Los periodistas somos transmisores de la información, subjetivos, honestos, éticos, justos en la medida de lo posible, pero no por eso líderes de opinión o de cruzadas revolucionarias. Eso, por desgracia, le toca a otros y otras.
Por supuesto que a México le hacen falta más y mejores periodistas (no ese remedo de todólogos mal llamados comunicólogos) comprometidos, capaces, libres, honestos, luchones y, por el amor de Dios, con buena ortografía, pero no es ahí donde se encuentra la solución del entuerto nacional en el que se ha convertido este país.
Lamentablemente, ese “paquete” le toca a los que han decidido dedicar su vida a la política, a la sociedad, a Greenpeace o a las ONG’s.
Los periodistas tendríamos que estar para platicar sus grandes historias, esas que escapen a la cotidianeidad, que sorprendan. Ojalá que, para ello, existan más empresarios dispuestos a apostarle a los grandes públicos, antes que a su cartera.

Comentarios

  1. Gracias!!!!!
    Así como la historia, los libros hay que releerlos, "Blanco móvil" siguiente objetivo.!!!!
    Bien

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  2. Estoy leyendo Cómo se escribre un periódico de Bastenier y me encanta, página por página descubro reflexiones dignas de introducir, aunque sea a base de puntos extras, a la cabeza de mis alumnos. Leo este blog y creo que El Blanco móvil será mi siguiente libro a leer. Sobre los todólogos, en defensa de mi profesión, no todos nos creemos periodistas, bien sabemos que no nos alcanzó para eso y por eso mejor estudiamos comuniación y no periodismo. SALUDOS.

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  3. Gracias por pasar por acá y por tomarte la molestia de comentar, querida Julia. Bien dice Pamela que hago mal en generalizar, como lo hice en esta ocasión. Espero que se me tome por el lado amable lo de los comunicólogos. Te mando un abrazo a ti y otro a Santi.

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  4. Genial!!! propongo un movimiento nacional para que los centros de enseñanza en este bananero país quieten la palabra sagrada de "Ciencia" a la comunicación... aunque... deriva de mi argumento una duda en mi cabeza... si este país no se comunica más que con el puro gruñido de su origen bestial, a la mejor (y solo a la mejor) po's si viene siendo ciencia su comunicación ¿que no?

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  5. Excelente punto de partida para el debate mi querido Gabo.
    Cuando todos los que ejercemos este oficio tenemos incorporado que la objetividad "¡no-existe!", cada vez que nace un medio, sus dueños, anteponen como crucifijo exorcizante a la "bendita" (otra vez) objetividad.
    Pero ¿cuál es la "meta" del periodismo? la filósofa española Adela Cortina dice que sería “generar una opinión pública madura, de modo que haya ciudadanos y no vasallos, pueblo y no masa” (“Etica de los medios y construcción ciudadana”, Quito, 2008).
    Convengamos que tampoco es una definición reveladora, pero, quizá, el objetivo del periodista sea “volver a las fuentes”. Y como dijo José Salgar, quien fuera el primer editor de “Gabo” (me refiero a Gabriel García Márquez): “En cada generación los periodistas deben contar las mismas historias, aumenta el costo de vida, hay guerras. El desafío consiste en inventar otra forma de tratar esas noticias y para eso es mejor la mística periodística que todas estas pavadas que hemos escuchado durante la mañana”.
    Hablar de mística también nos lleva a reflexionar acerca de la humildad. ¿En qué momento se la abandonó? ¿Habrá sido desde que el periodismo se erigió como el “cuarto poder”? ¿Allí fue cuando dio de trate?
    Para finalizar, dejo una reflexión del periodista colombiano Javier Darío Restrepo: “Ahora la evolución que está dando el periodismo es muy interesante, partiendo de hechos tan prosaicos como el de que tiene que vender su producto y para venderlo tiene que garantizarle a la gente que es digno de confianza y de credibilidad, y éstas no se fundan sino es en una actitud de servicio y en un servicio comprobado para la sociedad. Los periódicos los compra la gente, lo hace no ya por simple curiosidad sino buscando allí algo útil que le sirva.”
    Alcancé, sí señor, las 300 palabras.

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  6. Querida mía, como te pudiste dar cuenta, me dejaste pensando mucho, antes de responder. Una de las razones por las que me gusta mucho la no definición de Bastenier, es la pulcritud de la misma. El hilo que alcanzo a tomar, con todo respeto, es el tuyo: "Hablar de mística también nos lleva a reflexionar acerca de la humildad. ¿En qué momento se la abandonó? ¿Habrá sido desde que el periodismo se erigió como el “cuarto poder”? ¿Allí fue cuando dio de trate?".
    Creo que la humildad se perdió con los reflectores que el sistema le echó a los medios de comunicación para suplir las deficiencias de los líderes reales. Dicen que no hay ego que aguante una cámara de TV enfrente, y probablemente sea cierto. Ver a los "periodistas" debatir, como lo hacen, en Tercer Grado, debería de movernos a una autocrítica contundente del quehacer periodístico, en el que los observadores se volvieron protagonistas de un cuento que no es suyo. Sin embargo, apuesto mucho a que las nuevas generaciones, críticas, sin duda, ven con envidia y anhelo el panel de Televisa (no todos, sin duda).
    En fin, sigamos platicando y veámonos pronto. Urgen vinos y charla. Besos, ché.

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