Aristegui como sea, pero ¿y los niños?

En la secundaria a la que yo iba, la Heroica Escuela Secundaria Diurna, número 91, “República del Perú”, había seis grupos por grado escolar. Cada grupo con algo así como 40 niños de entre 11 y 16 años, en dos turnos. Digamos que en el momento de mayor tránsito, a la hora de la salida del matutino y de entrada del vespertino, había en las instalaciones y sus alrededores unos mil 400 chamacos.
Me quiero imaginar que, si en aquel entonces, o ahora mismo, hubiera un atentado perpetrado por el narco, o un error de cálculo por parte de algún elemento del Ejército y cayera una bomba en la zona, matando a la mayoría de esos niños, la sociedad civil, la organizada o no, se levantaría indignada para condenar el hecho, como si se tratara, digamos, por ejemplo, del caso de una periodista despedida por su muy imbécil jefe.
Pues bien, a finales del año pasado, la Red por los Derechos de la Infancia en México, dio a conocer que, en lo que va de la administración del Presidente Felipe Calderón, mil 95 niños han sido asesinados por las balas de la mal llamada guerra contra el narcotráfico, según lo reportó el portal www.larednoticias.com
Por desgracia, la información no alcanzó muchos espacios informativos más.
Sin embargo, el viernes pasado, la Organización de la Naciones Unidas, a través del Comité para los Derechos de los Niños, externó su preocupación por tres cosas: 1.- los más de mil niños muertos a lo largo del “conflicto”. 2.- la “falta de investigación por los crímenes perpetrados por personal militar” y 3.- porque México "no ha tomado medidas para evitar el reclutamiento de niños" por parte de esos grupos (bandas del crimen organizado, agrupaciones paramilitares y compañías de seguridad), de acuerdo con lo reportado por el portal de El Universal, en una nota que también se coló al home de otros diarios.
Al otro día, la primera plana, casi unánime, de los periódicos nacionales, mostraba los ejercicios de “entrenamiento” llevados a cabo en el Campo Militar Número 1, con motivo del “tour” que organizó la Secretaría de la Defensa Nacional por ese otrora centro de detenciones y desapariciones. La foto: un niño al que un soldado le enseña a sostener un arma. La militarización de la infancia como propaganda. El fascismo trasnochado y “sutil” del líder que unas horas después sería “linchado” por una turba (virtualmente hablando, obvio.), que supone que él mandó despedir a una periodista que comentó al aire lo conveniente que sería que Calderón aclarara si es o no alcohólico porque “en las redes sociales es algo que se comenta mucho”.
La estupidez, la patraña, el absurdo alcanzó dimensiones titánicas en las redes sociales. La estupidez, pedir a una instancia oficial que aclare un rumor. La patraña, el despido de una periodista por cometer tamaña estupidez. El absurdo, la patética reacción en las redes sociales.
Lo tristísimo, que una vez más, los mil niños muertos, la preocupación de la ONU, los mil niños muertos, insisto, pasaron a segundo plano, se olvidaron.
El esfuerzo de los muy pocos ciudadanos a los que ésta les parece indignante recuperar la información de la ONU y difundirla a partir de hoy, martes, en sus blogs, vale la pena. Una sociedad que olvida a sus niños asesinados, así haya sido poco a poco, de manera silenciosa, es una sociedad insensible.
Sí, pelear por la libertad de los individuos, debe ser una prioridad permanente. Desde el poder, la tentación de atentar contra las libertades de los ciudadanos (y hacerlo) es permanente. No permitamos que una mucho más sofisticada censura, calle los gritos ahogados de mil 59 niños que murieron desangrados o víctimas de una de las millones de balas que Calderón decidió gastar en esta inútil guerra.
¿Inútil? Sí, inútil. Mientras las drogas sigan llegando a nuestros hijos y nuestras casas, sólo se puede cantar una absoluta derrota a la estrategia calderonista. Y las drogas siguen llegando y se consumen, de hecho, cada vez más.

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